6.12.10

Conchófobos, pijófilos y pansexualistas (II)


Viajar en taxi ya es de por sí una experiencia política perturbadora pero el viaje Viena-Recoleta fue una pesadilla a secas. El tipo tenía un bigote-cepillo que le llegaba de oreja a oreja. Me hablaba en perfecto alemán mientras me miraba a través del espejito, y yo lo veía a él, gritando en blanco y negro, como en una escena de Chaplin. Intuyo que en las horas (o segundos) que duró el viaje -el tiempo en los sueños es laxo- me habló mal de los turcos, los musulmanes, los chinos, la comida armenia y dijo "matarlos a todos" en tono mein kampf al menos cuatro veces.

Pero estos detalles, a nosotros y nosotras, los y las seudointelectuales del género, no nos sorprenden. Primero, porque solemos tomar taxis para ir de un vernissage a otro (¡es que los hacen todos a la misma hora!) y segundo, porque cada tanto nos toca un taxista con onda, uno de esos que te cuenta que era gerente de una multinacional cerealera pero lo echaron, le arruinaron la vida y ahora es fiel seguidor de Claudio María Domínguez, y vos en el fondo lo disfrutás porque sabés que el tipo muy probablemente se lo mereciese o mereciera. No era el caso de mi taxista austrohúngaro, germanófilo al máximo, a cuyo frío corazón jamás tendría acceso Claudio María Domínguez. Germanófilo, me encanta esa palabra. Es que los seudo-intelectuales somos así, no sólo servimos para asistir a vernissages, también le agregamos prefijos y sufijos a las palabras, para separar a los/las buenos/buenas de las/los malos/malas, agregando filos y fobias a todo, y haciendo -sin gerundios, por favor- un mundo mejor.

Ya en Uriburu y Marcelo T. le pagué con cincuenta euros, que tenían la cara de un Berlusconi sonriente, y me bajé. Dos troskos me trataron de vender "La Verdad Obrera" en la puerta de Sociales. Me pareció curioso que supieran cuál era "la verdad obrera" siendo que no tenían mucha pinta de obreros. Les pregunté de qué partido eran. Del PTS, me respondieron, secos, quitándole toda la sugestividad que el nombre implica. Ah, como Lula, les dije, haciéndome el pavote. Me dijeron que Lula era un representante de la burocracia sindical paulista al servicio del estado nacionalista burgués y que no tenía nada que ver con ellos. Que Evo Morales era un cerdo bonapartista y Chávez, un lúmpenpopulista de derecha. Les pregunté por Fidel, por quien supuse que podrían llegar a tener alguna simpatía, pero le pifié: un stalinista soviético unipartidista que acalla a punta de pistola a su pueblo, me dijeron. Pensé en la mayoría de las viejas de Recoleta que leen La Nación sentadas en sus mecedoras, las imaginé con un gesto de satisfacción ante esas definiciones. Y antes de permitirle a los troskitos que me explicaran las bondades de la crisis en Grecia y sus aires prerrevolucionarios, les compré una Verdad Obrera, dos pesitos, solo porque eran lindos.

(Continuará...)

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